domingo, 2 de julio de 2017

Las Almas del Universo

Han pasado dos años desde la invasión. Nuestro mundo se encuentra ahora bajo el yugo de los Afrorians, una raza alienígena cuyo objetivo es someternos. Quieren nuestra tierra, pero también nos quieren a nosotros.
La resistencia no deja de hacer estragos en sus defensas, pero eso no es suficiente, no dejamos de ser una mosca luchando contra un león. Muchos de nosotros nos hemos rendido y nos conformamos con servir a los Afrorians a la vez que seguimos con nuestras vidas. Yo soy una de esas personas, luchar contra los Afrorians dejó de tener sentido cuando perdimos la guerra.

Trabajo en el aserradero a las afueras de Madrid. Nuestros jefes quieren que talemos todos los árboles de la zona para construir uno de sus “frobisers”, un lugar donde guardan sus huevos y sus crías. Ya queda menos para terminar nuestra jornada y mi compañero Pedro se empieza a impacientar:
Imagen sacada de: www.kabbalah.info
—Ya ha pasado más de media hora desde que sonó la campana, deberíamos irnos ya y sin embargo, aquí seguimos. — dice mientras corta con el hacha los árboles talados.
—No te impacientes Pedro, ya nos dirán cuando podemos parar — le susurro.
—Todo esto, ¿no te huele mal?
—¿Qué quieres decir?
—Nunca nos dejan trabajar después de sonar la campana, se están saltando sus propias reglas.
—Ya — contesto pensativo — tendrán sus motivos…
—Yo te diré cuáles son esos motivos, no estamos talando árboles para que construyan un frobiser, van a construir otra cosa.
Me da un vuelco el corazón, ¿cómo no me había dado cuenta antes? El procedimiento que están teniendo los Afrorians respecto a este sitio no es normal.
—Piénsalo — insiste mi amigo — ¿por qué iban a construir un frobiser a las afueras de la ciudad? ¿por qué tanta vigilancia? ¿por qué estos horarios tan extraños de trabajo?
—Tienes razón — digo mirando al guardia más cercano — pero, ¿qué querrán construir?
—Un campo de exterminio
Miro atónito a Pedro por un instante mientras él continúa talando árboles y es en ese momento cuando uno de los guardias Afrorians se da cuenta que he dejado de trabajar y me pega con su látigo de púas. Continúo trabajando para evitar más golpes y le hago a Pedro la gran duda que corre por mi cabeza:
—¿Cómo sabes eso?
—Porque soy de la resistencia — me susurra.
Aunque nunca me lo había confesado, yo ya lo sospechaba por sus partidas nocturnas y su forma de pensar. Echo un vistazo a nuestro alrededor y rezo porque nadie le haya escuchado esa confesión. Seguro de seguir siendo imperceptible por nuestros amos, continúo con la conversación:
—¿Por qué iban a querer construir un campo de exterminio?
—Porque ya hemos hecho todo lo que querían, hemos construido su ciudad y su forma de vida en la Tierra, ahora lo que necesitan es espacio, muchos se quedarán para seguir siendo sus esclavos, pero el resto no somos necesarios, necesitan reducir nuestra población para incrementar la suya.
—¿Por qué me cuentas esto ahora?
—Porque te necesitamos, la resistencia te necesita.
Por algún extraño motivo, ya sospechaba que me diría eso, por lo que no me pilla de sorpresa cuando sus labios pronuncian las palabras. Si lo que dice es cierto, yo seré una de esas víctimas del campo de exterminio y eso no lo pienso permitir.
—¿Qué queréis que haga?
—Queremos que destruyas su base. Trabajas para el líder Kal como su ayuda de cámara, queremos que lo mates y vueles su palacio.
—Eso destruirá a los Afrorians.
—¡Exacto!
—Contad conmigo.
Como cada noche, el líder Kal me llama para que vaya a sus aposentos y le ayude a cambiarse. Sin embargo esta noche, aparte de llevar las toallas también llevo un cuchillo, que no dudo en clavárselo cuando está de espaldas. Preocupado miro hacia la puerta donde los guardias custodian la puerta, pero éstos no han oído nada del apuñalamiento de Kal.
Huyo por la puerta del servicio y me muevo entre los muros hasta llegar al corazón del palacio, las mazmorras, llenas de tesoros, del líder Kal. Preparo los explosivos, las cargas y rezo porque nadie se de cuenta de mi presencia, pero al rato descubro que no es así. Un afrorian me observa escondido tras una pila de oro.
—Lo siento — empiezo a decir muerto de miedo.
Eres como yo — dice acercándose.
—¿Perdón?
Cada raza, cada especie, tiene las mismas almas, tu alma tiene un equivalente en gato, en perro, en pájaro y también en afrorian. Tu carácter, tu personalidad, todo lo que te hace ser tú, está clonado en cada especie del universo y yo soy tu clon afrorian.
De repente me fijo en que el afrorian tiene un tic en el ojo, el mismo tic que yo tengo desde que era pequeño.
—¿Cómo es posible? — pregunto confuso.
—Tal vez estamos condenados a repetir siempre nuestra historia, nosotros os conquistamos a vosotros porque habían invadido nuestro mundo, tal vez vosotros le hagáis lo mismo a otra especie y tal vez encuentres a tu clon allí y así el ciclo de la vida permanecerá intacto.
El contador de los explosivos está a punto de llegar al cero, el tiempo se acaba y tengo que salir de aquí.
—Vete — me dice el afrorian — yo me encargaré de que esto explote.
Sin mirar atrás, sin reflexionar, salgo corriendo del palacio y a metros de distancia de él, veo como explota y arde en el infierno del que fue creado. Tal vez tenemos más en común con los afrorians de lo que pensamos y tal vez podamos usar eso, para cambiar el curso de la historia.







Si te ha gustado…

He escrito esta historia pensando en que tal vez exista un número límite de almas y esas almas están replicadas en cada especie del universo. Si ese fuera el caso, podemos llegar a la conclusión de que podemos llegar a conocer a cada especie tanto como conocemos a la nuestra y si hacemos daño a alguna de esas especies, no solo les afectará a ellos, sino también a nosotros y a nuestras almas.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!

Imagen sacada de: www.india.com